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Domingo, 24 de noviembre de 2024
Borges
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JORGE LUIS BORGES - EL SIGLO QUE PASA

Jorge Luis Borges (Georgie para los amigos) nació en Buenos Aires hace cien años. De ello han hablado todos los periódicos que se precian. Claro que éste que tienen entre manos es un periódico ficticio, adjetivo derivado de ficción, y bueno es saber que Ficciones es una de las obras maestras de Borges y del siglo veinte, o sea que andamos dándole vueltas al autor y a la efeméride con los medios que tenemos a nuestro alcance. Puesto que la prensa --que él confesó no leer demasiado-- es uno de ellos, y puesto que la prensa se destina a dar eco y divulgar cuanto acontece, nos atrevimos a engendrar este impreso con la intención de que, en tan gozoso centenario, la palabra borgiana se difunda a nuestro alrededor.

Bueno, hay que reconocer que en este mundo, y en éste siglo, existen dos tipos de palabras: la palabra escrita, y la palabra hablada. A la palabra escrita de Borges hay que buscarla (y celebrarla, y admirarla, y leerla, y guardarla, y...) en sus libros. O quizás, porqué no, descubrirla o remembrarla en la exposición que estos días se alberga en el Centro Cultural Koldo Mitxelena. Les invitamos encarecidamente a hacerlo. Allí encontrarán ustedes la quinta esencia de su prosa y de su personalidad literaria. Aquello que hizo de Jorge Luis Borges uno de los grandes de este siglo. Tan grande que no es posible imaginar la futura literatura universal del siglo XXI sin su huella.

A la otra palabra, a la hablada, la pueden ustedes encontrar aquí, en este pliego de papel, transcrita directamente a partir de las mil y una conversaciones y entrevistas que mantuvo, coloquialmente, en las mesas de los cafés, ante las cámaras televisivas o entre amigos. Claro está que se pierden ustedes su voz cadenciosa, sus pausas, sus titubeos, sus interrogativas... Pero para esto nos quedan algunos videos  y grabaciones; este feliz invento tan de hoy, tan propio del tipo de memoria del siglo XX.

Su siglo fue también, de algún modo, nuestro siglo. Se cumple ahora un siglo desde que él nació. Se cierra ahora un siglo sobre el que él opinó. Su opinión sobre los avatares de este siglo es la que les invitamos, desde las páginas de este periódico ficticio, a compartir con él, debatiendo amigablemente mientras se toman un café o una cerveza.

Ocurre, sin embargo, que, cuando a un personaje destacado de cualquier órbita cultural -poeta, cantante, futbolista, cocinero, actor...—se le saca de su especialidad para hacerle representar el papel de portavoz cultural omnisapiente, se le mete en un callejón sin salida donde corre el riesgo de meter la pata más a menudo de lo que él -y nosotros-quisiera o quisiéramos. Sin embargo, y precisamente por este punto flaco, su palabra puede resultar más entrañable sobre todo para aquellos que no alcanzamos a valorar en toda su enjundia su tarea como escritor.

En el fondo, alentamos el propósito de distinguir, a través de dos espacios complementarios, a la persona Borges y al escritor Borges valiéndonos tanto de lo que él redactó como de lo que él opinó, con el fin de establecer una correlación entre la magnitud de su obra inmortal y la fragilidad de su vida cotidiana, que transcurrió muy paralela a la nuestra.

Es usual que en las celebraciones de los centenarios u otros aniversarios de personajes preclaros, se tienda a ensalzarlos en ceremonias panegíricas que rayan la idolatría. Nada más alejado de nuestro objetivo.  Cien años después de su nacimiento, queremos ofrecer al público donostiarra fragmentos de un Georgie innegablemente  humano, ni mejor ni peor de lo que fue, pero que, por ser quien fue como narrador, pensador y poeta, con el alto nombre de Jorge Luis Borges, despierta y merece un permanente interés cultural que no debería consumirse como se va a consumir este texto que me obligan a firmar.



Lenguas

 El idioma alemán es algo que he conquistado por mi mismo y por esto me siento más orgulloso. El Inglés y el español son los idomas de mi niñez. Y el latín es un idioma que amo, pero que es fácilmente olvidable, qué lástima. En español hay algo muy importante, que son los verbos ser  y estar, que no existen en ningún otro idioma. “Ser triste” o “estar triste”, etc. Y luego hay otra ventaja, y es que el adjetivo es movible. En español usted puede decir “la roja casa” o “la casa roja” y hay un matiz muy importante para un escritor. Luego, la sintáxis es elástica: esto da un mayor libertad cuando se escribe  Pienso en ese cargo de la Academia Argentina de las Letras. Son dos o tres horas de tedio cada quince días. Me pagan veinte mil pesos, me llevan y me traen, y nos dan el café más rico de Buenos Aires



Literatura

Uno escribe aquellos temas que se imponen. Yo no busco el tema: dejo que él me persiga, me busque y sólo entonces lo escribo. Imaginar un cuento es como entrever una isla. Veo las dos puntas, sé el principio y el fin. Lo que sucede entre ambos extremos tengo que ir inventándolo, descubriéndolo. Todo este proceso me causa placer.  Cuando me hablan de merecer el premio Nobel pienso que en el mundo debe haber quinientos escritores más dignos de merecer el premio que yo. Aunque me vendría muy bien. Por lo pronto perdería el puesto de “futuro candidato” que llevo desde hace algunos años. En mi época no había best-sellers y no podíamos prostituirnos. No había quien comprara nuestra prostitución.  Yo tenía entendido que sólo había buena y mala literatura. Eso de literatura comprometida me suena lo mismo que equitación protestante.
 
 

Ciencias

Sé que soy ignorante. Me gustaría saber algo de química, traté de aprender algo de física. Me gustaría saber y moriré sin saberlo, qué es un automóvil, una bicicleta. ¡Qué raro! Yo me pregunto a veces, pensar que no sé qué es una bicicleta, pero sin embargo puedo saber qué es el Universo o el Tiempo.  Tengo alguna cultura filosófica y literaria, pero cultura científica no tengo ninguna, salvo el álgebra, que me gusta mucho y la geografía, que me interesó algo también. Pero de ciencias naturales no sé nada.



Deportes

El fútbol me parece una forma de tedio. Creo que a nadie le interesa el fútbol. A la gente que va al fútbol le interesa que gane tal o cual cuadro: el fútbol en sí, no. Es un juego brutal que no requiere un coraje especial, porque nadie se juega la vida. Me gustan los juegos solitarios: el ajedrez, la equitación, la natación. Detesto los deportes masivos como el fútbol y el cóctel.
 


Diarios

Yo no he leído un periódico en toda mi vida. En un diario, por lo general, se escriben noticias, desde luego tontas. ¿Qué importa que un Ministro viaje o no? De las cosas realmente importantes uno se entera de igual modo. Yo creo que los periódicos se hacen para el olvido, mientras que los libros son para la memoria.
 


Mujer

El matrimonio es un destino pobre para la mujer.  Con cierta tristeza descubro que toda la vida me la pasé pensando en una y otra mujer. Creí ver países, ciudades, pero siempre hubo una mujer para hacer de pantalla entre los objetos y yo.
 


Cine

Hollywood, sin quererlo, ha salvado la poesía épica que fue la primera forma de poesía. Hollywood ha tenido el mérito de crear esa mitología del caballero solitario, del vaquero de las grandes explanadas. Recuerdo que en Rusia hicieron dos films sobre Iván el Terrible:uno, al comienzo (el bueno) contra el zarismo; el otro cuando Stalin se había convertido en un nuevo Zar, en favor del zarismo...  Charles Chaplin es uno de los dioses más seguros de la mitología de nuestro tiempo. Como cineasta una porquería. Sólo “La quimera del oro” era un lindo film. El cine ha progresado y Chaplin ha permanecido tan malo como al principio. En cambio Buster Keaton era un caballero.  El primer amor (ideal, por cierto), de mi vida fue la actriz Ava Gardner. Solía ver sus películas dos veces por día. Apenas terminada la función, deseaba que llegara el día siguiente para volver a verla. El amor exige pruebas. Yo he sdio fiel a Mary Pickford y a Katherine Hepburn.  La película que más recuerdo es “Ser o no ser” de Lubitsch. Creo que nadie la conoce, ¿no?  Vi “El ciudadano Kane” cuando se estrenó. No me gustó. Me parecía una imitación de Joseph Von Sternberg. Von Sternberg lo hacía mejor. Después la vi otra vez y pensé: “Bueno, Orson Welles, ha inventado el cine moderno”. Me pareció una película muy hermosa.



Música

El único músico al cual yo me he acercado con toda la humildad y la ignorancia:Brahms.  El tango tiene un significado que no he alcanzado a averiguar.  Los tangos actuales no me gustan nada. Ya con Gardel, con Filiberto, empieza la decadencia del tango. Los tangos se vuelven quejosos, lacrimosos. La tristeza de los tangos me parece innoble. La tristeza de los blues no: corresponde a los hombres mejores.  Me pidieron que fuese a un concierto. Entonces fui y de repente sentí una especie de vértigo que descendía sobre mi y al salir todos nos sentíamos muy, muy amigos y nos dábamos golpecitos en la espalda y nos reíamos sin razón alguna. La culpa era de Stravinsky.  Todas las artes aspiran a la condición de la música, el único arte que no es otra cosa que forma. Es decir que es estrictamente voluntario, y por lo tanto, la música, podría existir aunque no  hubiera mundo o ser la primera de las artes.  Yo escribo milongas porque me gustan. La milonga es valiente. el tango, en cambio... Mi sobrino me dijo una vez: Vas a oír un disco. ¿Qué es? Le pregunté. No voy a decírtelo, me contestó. Puso el disco, lo oí y quedé muy enternecido. Eran los Beatles.  Un día Ulises Petit de Murat me hizo escuchar Saint-Louis Blues. Cuando concluyó yo tenía los ojos llenos de lágrimas. “Eso es lo que vos no querías oir”, me dijo.
 


Credos

No podría definirme como ateo, porque declararme ateo corresponde a una certidumbre que no poseo. A fin de cuentas, el universo es tan extraño que todo es posible, hasta un Dios que es uno y que es tres.  Creo que basta un dolor de muelas para negar la existencia de un Dios todopoderoso.  Dios es tan generoso con el hombre, que le da todo, hasta la posibilidad del Infierno. Pero quién sabe si esis regalos convienen, ¿no?  El budismo me parece ligeramente menos imposible que el critianismo,. bueno, quizá crea en el Karma. Ahora, que haya cielo e infierno, eso no.  Dios... ¡Es la máxima creación de la literatura fantástica! Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la teología. La idea de ser perfecto, omnipotente, todopoderoso es realmente fantástica.
 


Psicología

Cuando uno sueña, el pensamiento toma formas dramáticas. De noche, cuando soñamos, somos el actor, el autor, el espectador y el teatro. Somos todo.  Pienso que Freud es una especie de loco ¿no? Un hombre trabajando sobre una obsesión sexual. Al fin y al cabo, el mundo es demasiado complejo para ser llevado a un esquema absoluto tan simple. Mientras que enJung se nota una mente más amplia y hospitalaria.  No sólo sueñan las personas en particular, también lo hacen los pueblos. Los argentinos tiene sueños muy particulares. Uno de esos sueños, que yo definiría como recurrente, es la figura de Carlos Gardel.  ¿Supersticioso? Lo soy. Muchísimo. El número 4 me trae una mala suerte tremenda. ¿Sabe que en Japón es sinónimo de muerte? prefiero el 3 o el 5. Es más, para mayor seguridad, el 2 o el 6.  A mí, de chico, me llamaba la atención que los recién nacidos no se asustasen de la señoras. Porque venir de pronto a un mundo donde hay gente con una cabeza, dos ojos y una boca es algo que debiera causarles espanto. ¡Ah, los laberintos! ¡Ah, los símbolos! Al final de cada año me hago una promesa: el año próximo renunciaré a los laberintos, a los tigres, a los cuchillos, a los espejos. Pero no hay nada que hacer, es algo más fuerte que yo.  Lo esencial es que no sabemos definir. ¿Cómo definir el color amarillo, como definir el amor, la patria, el sabor del café? ¿Cómo definir a una persona que queremos? No se puede. ¿Cuál es mi fe?



Placeres

Mis comidas favoritas son los copos de maíz, el arroz con manteca y queso, los dulces criollos, el jamón con huevos. Mi mayor “calaverada” es un plato de ravioles con manteca de queso, pero sin salsa. Y el café, sobre todo el colombiano, que es suave.  Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor a café y la prosa de Stevenson.  No tengo colores favoritos, pues solo veo el amarillo, que se parecea al oro y a los crepúsculos.  Biológicamente, físicamente me gusta el frío. En el verano me siento como una especie de canalla realmente, en cambio en invierno, me siento como una persona decente. En mi juventud probé la mescalina y la cocaína pero enseguida me pasé a las pastillas de menta que me parecieron más estimulantes. Si las drogas producen el mismo efecto que el alcohol, no me interesan.  A mi me gustan las uvas, las bananas también, sólo que la banana no me parece una fruta. Otra fruta que no me parece una fruta es la manzana; no entiendo por qué tiene tanto prestigio. Mi alimento preferido es el arroz. Cierta vez, aquí en España, me preguntaron si me gustaba la paella que me habían servido. “Sí -dije- es buena, porque cada arroz ha mantenido su individualidad”. Algunos rieron pero gastronómicamente debe ser así, ¿no?
 


Política

No pertenezco a ningún partido político y no he hecho política activa. Descreo de las fronteras, y también de los países, ese mito tan peligroso. Sé que existen y espero que desaparezcan las diferencias angustiosas en el reparto de la riqueza. Ojalá alguna vez tengamos un mundo sin fronteras y sin injusticias.  No voy a recepciones de la embajada soviética, donde sirven vodka u caviar. No sigo ese régimen.  ¿El peronismo? Algo inverosímil. Yo no puedo hablar con imparcialidad; mi madre, mi hermana y mi sobrino estuvieron en la cárcel. A mi me echaron de un puesto mínimo que ocupaba en una biblioteca de las afueras.  Me han enseñado a pensar siempre que el individuo deber ser fuerte y el Estado débil. No puede entusiasmarme una teoría en la que el Estado sea más importante que el individuo. Me acuerdo también que mi padre se definía cono un anarquista individualista. Y creo que yo también me defino como un anarquista individualista.  Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez. Combatir esas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor.





Y bueno, ¿qué se puede esperar de alguien como Jorge Luis Borges?

De alguien que nació el 24 de agosto de 1899 no en cualquier lugar de Buenos Aires, sino precisamente en aquella eufónica esquina donde se cruzan Tucumán y Esmeralda...

De alguien fruto de un cruce entre patricios y militares argentinos puesto que entre sus antepasados se encuentra el presidente del Congreso que  declaró la Independencia de Argentina, y el fundador de la ciudad de Córdoba...

De alguien que a los seis años (1906), y habiendo aprendido antes a leer en inglés que en español, proclama “Yo voy a ser escritor” puesto que siempre confesó que esto estaba decidido aún antes de aprender a escribir..

De alguien que a los nueve años  (1908) ya ve publicada en el bonaerense rotativo El País su traducción del cuento El príncipe feliz de Oscar Wilde, aunque como la firmo como Jorge Borges todo el mundo la atribuyó a su padre...

De alguien que pasó su adolescencia en Ginebra, donde permaneció durante el entero período de la Primera Guerra Mundial deleitándose con los grandes autores franceses e ingleses: Baudelaire, Flaubert, Hugo, Verlaine, Zola, Chesterton, Whitman, De Quincey...

De alguien que en 1918, ya en Lugano y bachiller, opta por estudiar a fondo el alemán “puesto que es la lengua de los filósofos”, y esto ya define hasta que punto se apasionó por Nietzche y Schopenhauer...

De alguien que, siguiendo a sus padres, se instala en Mallorca durante el bienio 1919-1921, participando y colaborando con las revistas y reuniones intelectuales más vanguardistas y ultraístas...

De alguien que, a su regreso a Buenos Aires (1921), donde el paraíso de la biblioteca paterna ha sido dispersado, se refugiará en la Biblioteca Nacional leyendo día tras día y al azar, los artículos de la Encyclopaedia Britannica...

De alguien que tras darse a conocer como poeta en 1923 con Fervor de Buenos Aires, en 1925 con Luna de enfrente y en 1929 con Cuaderno de San Martin; como ensayista en 1925 con Inquisiciones  o El idioma de los argentinos (1928); y como biógrafo con  Evaristo Carriego (1930), entra en 1931 a formar parte de la revista Sur, fundada por Victoria Ocampo, que durante cuarenta años ejercerá una notable influencia en la vida intelectual argentina...

De alguien que ya es “ese alguien que tiene ese algo” en sus relatos cortos cuando 1938 se cruza en su destino arrebatándole el padre en febrero, y, la víspera de Navidad, golpeando su sien con un postigo de la ventana al subir la escalera de su casa; pequeña herida que, infectada, provocó una septicemia que le mantuvo durante días entre la vida y la muerte, tan enfebrecido e ido que sólo volvió a la realidad redactando, de memoria, el cuento Pierre Menard, autor del Quijote...

De alguien que, del mismo modo en qué Pierre Menard reinventó el Quijote, reinvento el cuento al publicar, éste y otros seis relatos, con el título Ficciones en 1945.

De alguien a quien Perón humilló, en 1946, al destituirle de su puesto subalterno como bibliotecario, y nombrarle funcionario inspector de pollos y conejos en el mercado municipal. Y no le humilló porque los pollos sean nocivos, sino porque lo son los poetas cuando hay una dictadura...

De alguien que, a partir de aquí, junto con Bioy Casares, y otros nombres y firmas, no cesa de dirigir nuevas revistas literarias --Anales de Buenos Aires—ni de publicar ensayos o espléndidos cuentos y poemas, lo que motivará su elección como presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, hostil al general justicialista...

De alguien que en 1955 --¡ay¡ casi ciego pues la ceguera precoz era endémica en la familia desde cinco generaciones--, tras la caída de Perón, es rehabilitado por el nuevo gobierno y nombrado director de la Biblioteca Nacional y miembro de la Academia argentina de las Letras, profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1956...

De alguien a quien, en 1961, el Congreso Internacional de Editores concede el premio Formentor --ex-aequo con Samuel Beckett—lo que contribuyó enormemente a que fuese conocida y divulgada su obra entre los lectores europeos...

De alguien que a partir de 1963, emprende frenéticamente un viaje tras otro, visitando las ciudades de Madrid, París, Ginebra, Londres, y Berlín las universidades de Oxford y Cambridge, los territorios de Perú, Estados Unidos, Chile...

De alguien que se casa en 1967 con su primer amor, Elsa Astete Millán, cuando ella enviuda, y de la que se divorciará en 1970, después de haber ocupado la cátedra de poesía en Harvard, de haber realizado una serie de conferencias en Tel Aviv y Jerusalén y de haber presidido el Symposium Borges en la Universidad de Oklahoma...

De alguien que tiene en su haber, cuando se inicia la publicación de sus obras completas en 1974, obras narrativas tan imprescindibles para la historia de la literatura como  Historia universal de la infamia,  Ficciones, El Aleph, El informe de Brodie, o El libro de arena; ensayos como Evaristo Carriego, Historia de la Eternidad, Discusion y Otras Inquisiciones, doce libros de poemas con los memorables El otro, el mismo o El oro de los tigres, setenta y cuatro prólogos de libros muy queridos haciendo del prólogo un arte, y muchas otras obras maestras...

De alguien sobre quien, a partir la década de los 70, llueven los títulos de Doctor Honoris Causa, los honores y homenajes,  y a quien se conceden los más prestigiosos premios literarios internacionales (entre ellos el premio Cervantes en 1980) excepto uno, al que siempre fue candidato, el Nobel...

De alguien cuya salud empieza a declinar en 1984, aunque continúe viajando y recibiendo homenajes y honores acompañado por María Kodama, con quien se instala en Ginebra en diciembre de 1985, y con quien se casa en abril de 1986, antes de fallecer el 11 de junio de 1986, de un enfisema pulmonar, según la prensa europea, de un cáncer hepático según su agente literario...

Y, bueno, no se sabe qué más pueda esperarse de Jorge Luis Borges, como no sea aspirar a ser –y ojalá así sea—ese lector al que su obra aguarda.

Teresa Duran.

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